Mind over matter


Cuando se trata de correr, la mentalidad y la autoconciencia te llevarán muy lejos

Eliud Kipchoge

Forbidden fruit is best picked ripe 

Viene significando mind over matter en inglés algo así como fuerza de voluntad o poder mental: la mente y el espíritu —en ocasiones, también el intelecto y la razón— por encima de la materia. Tal vez se podría parafrasear como la fe mueve montañas. Y en eso consiste una parte nada despreciable del entrenamiento previo a un maratón: en trabajar y entrenar la mente para que con esta podamos domeñar —dominar, domar, someter— al cuerpo. Y por ahí empezó a fraguarse parte de mi pequeño fiasco en el último maratón que he corrido: la desconfianza se fue filtrando por los intersticios de mi plan de entrenamiento y de carrera y no iba convencido de mis posibilidades, no tenía fe en mí mismo. Ya lo dijo Berizzo en su día: las cosas para que sucedan primero hay que soñarlas y en esta ocasión yo no soñé.

Acabo de disputar en Aveiro mi 4.º maratón. La mayoría de los que me lean por aquí sin duda sabrán con certeza que un maratón consta de 42,195 km —¡y 195 metros, sí, y 195 metros, que esos también cuentan—, pero no deja de asombrarme el hecho de que la mayoría del vulgo ignore al menos una distancia aproximada. Todo el mundo sabe que es una prueba larga y difícil, incluso legendaria, pero para mi desconcierto no pocas veces me han preguntado cuánto mide un maratón. Incluso he oído incongruencias como «un maratón de 5 km» y despropósitos por el estilo.

 

Clasificado en 268.º puesto de los 1338 corredores que llegaron a meta —entre los inscritos hay algún no presentado; y entre los que tomaron la salida hay no pocos retirados por diversas razones, por supuesto; además, desgraciadamente, en la edición de este año también hubo un fallecido—, 14.º de mi categoría de edad, con un tiempo neto oficial de 3:19:50 (3:20:06 bruto) a un ritmo medio de 4:44 min/km (equivalente a 12,65 km/h), este ha sido mi segundo mejor resultado —el primero, 3:17:34, había sido en València en diciembre de 2021— y solo por ello ya debería estar orgulloso y más que satisfecho. Sin embargo me ha quedado un regusto amargo al no haber sido capaz de cumplir mi objetivo principal de bajar de tres horas y cuarto.

Además, aunque soy plenamente consciente de que la memoria afortunadamente nos engaña y nos hace soslayar los malos momentos y quedarnos con los buenos, la Maratona da Europa de Aveiro se me ha antojado el más duro y el que más me ha costado de los cuatro maratones que he corrido. Con el paso del tiempo, tal vez acabe dulcificando también los momentos de tortura física y, sobre todo, mental que sufrí el domingo 28 de abril.

Desde el primer kilómetro no me sentía yo católico, ligero y fluido. Iba cumpliendo mi objetivo de ritmo, pero no me encontraba a gusto con la cadencia que marcaban las dos liebres de las 3 horas y 15 minutos: a pesar de que el recorrido era casi totalmente llano y de que afortunadamente el viento no nos importunó en gran parte de la prueba, me pareció que su ritmo era errático e inconsistente, incómodo y a tirones.

Con todo, recuerdo pasar por el km 21,1 del medio maratón, allá junto al Farol de la Praia da Barra, y alegrarme al ver que lo hacía en 1 hora y 37 minutos, lo cual significaba que, si conseguía mantener ese mismo nivel durante el resto de la carrera, lograría mi objetivo de bajar de 3 horas y 15 minutos. No supe interpretar la señal de debilidad que me mandaba el extraño frío que me hizo sentir la brisa marina en las sombras proyectadas por los bloques turísticos de aquella zona.

Iba mentalizado para afrontar mi muro particular a partir del km 33, como me había ocurrido en las tres ocasiones anteriores. Sin embargo, esta vez la persiana se echó mucho antes de lo que esperaba, en el km 26. A partir de ahí bajé el ritmo unos segundos por kilómetro y mi sensación de esfuerzo percibido subió ostensiblemente. Con todo, ese regusto amargo del que hablaba antes se ve ahora atenuado por los datos clasificatorios que refleja la imagen que inserto a continuación: a partir del km 25 no solo no bajé ni un solo puesto en la clasificación, sino que, como en la edición del medio maratón Vig-Bay de este mismo año, fui recogiendo cadáveres hasta la meta, pues subí 73 puestos en la clasificación general. Además, puedo alardear orgulloso de que, al igual que en los tres maratones anteriores, no fui caminando ni un solo metro.

A partir del km 34 ya todo fue un tormento y una lucha mental continua contra la debilidad, contra el cuerpo y contra la orografía del casco urbano de Aveiro. Empeñado en parecerme a Eliud Kipchoge aunque solo fuese en la actituduna sonrisa aumenta instantáneamente la positividad, relaja el cuerpo y, a su vez, te hace más consciente de ti mismo; y cuando se trata de correr, la mentalidad y la autoconciencia te llevarán muy lejos, dicen que dijo—, me concentré en saludar, poner buena cara y sonreír a cuanto fotógrafo se cruzaba en mi camino, como atestigua la foto que encabeza este artículo. Estaba pagando caro también el hecho de haber estado bregando prácticamente en solitario desde aproximadamente el km 18, un peaje oneroso no solo en lo físico sino, sobre todo, en lo anímico.

Para rematarla, tras cruzar la línea de meta con una sed tremenda, tomé un par de vasos de un brevaje azul que nos dieron —se supone que alguna bebida de recuperación— que no me pudieron sentar peor y que me tuvieron una media hora mareado con molestias estomacales y ganas de vomitar.

En esos momentos de zombie walk hasta el puesto de grabación de la medalla y de vuelta hasta el hotel, me juré que no volvería a participar en un maratón, que no tengo las cualidades pertinentes y que eso no es para mí... y sin embargo, ya estoy valorando inscribirme en otro, la 20.ª Maratona do Porto del próximo noviembre.

Tal vez la clave de que no haya conseguido alcanzar mi objetivo resida en dos cuestiones: un sobrepeso de 2 kg con respecto al maratón de 2021 en València y, especialmente, dos decisiones equivocadas que tomé recientemente en el entrenamiento. Exactamente dos semanas antes corrí la Vig-Bay sin seguir las indicaciones del plan de entrenamiento: debería haber corrido aquel día a un ritmo tranquilo, comprendido entre 5:10 y 5:00 minutos por km, pero lo hice a 4:27, con el consiguiente gasto y sobrecoste para el cuerpo. Me parece que ahí alcancé mi pico de forma, que a partir de ahi fui cuesta abajo y que el cuerpo no llegó a recuperarse por completo de aquel exceso. Y una semana antes hice en las pistas de atletismo del CUVI el test de Gavela, que, por cierto, arrojó unos resultados completamente realistas, pero nada halagüeños. Esa sesión de entrenamiento, hecha bajo un sol de justicia y un calor sofocante, no solo me costó lo suyo —como acabo de decir, no estaba recuperado de la Vig-Bay— sino que supuso, a falta de solo siete días para el maratón de Aveiro, un estrés y un desgaste perjudiciales para el cuerpo. Ese domingo me tocaban 15 km tranquilitos, también a 5:10-5:00 mins por km, ritmos que incumplí flagrantemente (salieron los 15 km de la sesión a 4:31).

Si acabé la carrera decepcionado con mi rendimiento y con mi tiempo y con un buen chasco por el sufrimiento padecido, con el paso de los días voy valorando cada vez de manera más positiva lo que hice y voy estando cada vez más orgulloso y satisfecho.

Porque podo.

P.S. #1: Tiempo bruto es el tiempo transcurrido desde que suena el pistoletazo de salida hasta que el chip de un atleta traspasa la célula instalada en línea de meta; tiempo neto es el tiempo real, estilo contrarreloj, medido desde que el chip del corredor traspasa la célula instalada en la línea de salida hasta que traspasa la célula de meta. Ocurre en las carreras populares que es imposible que en la salida todo el mundo ocupe la primera fila, de ahí que el tiempo que se deba considerar real sea el chip time o tiempo neto.

P.S. #2: Como ya reflejé en Entrevista de carreiriña, es de justicia dar las gracias a mis partners in crime, a mis compañeros de entrenamiento, Ricardo Sotelino y Eduardo Casas. Sin ellos, sin su tiempo, genersosidad desinteresada, paciencia, ánimos y cooperación de ninguna manera se habrían dado estos resultados tan satisfactorios. ¡Gracias, amigos!

P.S. #3: Tal como mencioné durante el texto, unas horas después de terminar la carrera se supo que por desgracia en la edición de este año falleció un corredor, un lisboeta de 43 años. Pasé junto a él en el km treinta y tantos; lo vi tumbado en el suelo, boca arriba, con una mascarilla de oxígeno en la cara. No me pareció que estuviese especialmente grave; además, los sanitarios y policías que estaban junto a él parecían relajados y nada alarmados. A su lado, una ambulancia y un coche de policía que, por cierto, entorpecían bastante la ruta a los demás participantes al dejar solo un estrechísimo pasillo. Lo trasladaron a un hospital, al que llegó con vida, pero el pobre no salió adelante.

P.S. #4: Objetivo A, bajar de 3:15:00; objetivo B, hacer mejor marca personal, por debajo del 3:17:34 de València en 2021; objetivo C, terminar lo antes posible.

Fotos del maratón de Aveiro 2024

I Maratón Vig-Bay (7 de abril de 2019): Los 42195 del 780.

Maratón de Valencia (5 de diciembre de 2021): Umbral de incapacidad.

II Maratón Vig-Bay (10 de abril de 2022): Y ya van tres.

Comentarios