Y ya van tres


El éxito es un 99 % de fracaso

Cuando corrí mi primer maratón, hace ya tres años, no pude evitar pensar ¡Quién me lo iba a decir a mí! y ahora que acabo de correr el tercero, tengo que repetir, igual de orgulloso que entonces, la misma exclamación, pues ya llevo tres maratones:

  • Vig-Bay, 07-04-2019, 3:30:53, 5 mins/km 77,6 kg.
  • Valencia, 05-12-2021, 3:17:34, 4:41 mins/km, 76 kg.
  • Vig-Bay, 10-04-2022, 3:27:55; 4:55 mins/km, 80,3 kg.

Orgulloso, sí, y eso que en ninguno de los tres conseguí cumplir el objetivo final que me había propuesto. En el primero, era mi intención bajar de tres horas y media; me sobraron 53 segundos que, como ya conté aquí, perdí en una parada para orinar que hice a mitad de camino. Escaldado por esa lección, las ganas que me acuciaron durante buena parte de este último maratón me las aguanté bien. ¿Fueron esos 53 segundos de mi primer maratón un fracaso?

En la carrera de Valencia el plan era bajar de tres horas y cuarto. Fallé por poco más de dos minutos y medio, pero mejoré mi tiempo anterior en más de 13 minutos. ¿Debería frustrarme por esos 154 segundos de exceso?

En este mi segundo maratón Vig-Bay tenía tres metas: A, volver a intentar bajar de 3 horas y cuarto; B, de no ser factible el objetivo A, mantener un ritmo de 4:44 mins/km (equivalente a bajar por los pelos de 3 horas y 20 minutos), según me había predicho la web metathon basándose en los entrenamientos que llevaba hasta la fecha; y meta C, bajar de 3 horas y media y, con ello, mejorar mi tiempo de la edición previa. ¿Es una derrota haberme tenido que conformar con el objetivo C?


En esta edición de 2022 estuve bregando en solitario durante 20 km, casi medio maratón: desde el km 13 (el del regreso a Samil desde Patos) hasta el 26 (Saiáns) y desde el 35 (mitad de la playa de Area Loura) hasta la meta. Son muchos km para una carrera de estas características —y más con el tiempo ventoso de ese Domingo de Ramos— y suponen una prueba cruda de fortaleza y de carácter.

En ese km 35, tras mas de 2 horas y 45 minutos de pelea, me di de bruces contra el famoso muro, a pesar de que había ido tomando un gel religiosamente cada 30 minutos y bebiendo en todas las estaciones de avituallamiento, tanto agua como bebidas energéticas. Hasta ahí llevaba una media de 4:48 mins/km que, de haber tenido fuerzas para mantenerla, me habría permitido llegar a la meta en menos de 3 horas y 23 minutos; a partir de ahí, el apagón súbito, la ausencia total de energía y fuerza en las piernas durante 7 km al ritmo parsimonioso de 5:31 mins/km. No fue un debilitamiento progresivo, sino una desconexión total repentina. Únicamente la visión del tinglado de meta consiguió que avivase algo el ritmo y que hiciese los últimos 500 m a 4:49 mins/km... una vez más, ese arreón final da que pensar: ¿la falta de energías se produce en las piernas o en la cabeza?

Samil, a punto de completar el medio maratón y virar de vuelta en solitario hacia Baiona

Por desgracia, no llegaba totalmente bien preparado a este maratón y la cabeza lo sabía. Entre mediados de diciembre y principios de febrero, una lesión en la cintilla iliotibial de la pierna derecha me obligó a pasar 8 semanas sin correr. Era el producto seguramente del intenso año anterior (desde junio hasta diciembre no paré, encadenando sin pausa ni reposo el plan de entrenamiento del triatlón Desafío Cíes con el del maratón de Valencia) y de no reducir suficientemente kilometraje e intensidades tras la carrera de Valencia. Debería haber completado un programa de 12 semanas, pero solo pude hacer las 8 últimas y aun así sin ser capaz de alcanzar los ritmos e intensidades para mi objetivo A. De hecho, a pesar de estar inscrito desde 2020, mi participación estuvo siempre en el aire por si volvía a recaer de la lesión, dolencia que indudablemente me mermó y me pasó factura.

Mi participación también estuvo en el aire porque hasta dos días antes, el viernes de recogida del dorsal, no supe si podría tomar parte oficialmente en el maratón. Mi inscripción era para la carrera de 2020 y en aquella edición, finalmente pospuesta a causa del confinamiento del COVID, solo iba a celebrarse medio maratón; la edición de 2021 no se pudo correr, también debido a la pandemia; cuando por fin hubo la confirmación de que se celebraría la carrera en 2022 la organización quiso celebrarlo triplicando las carreras: al medio maratón se unieron una «MiniBay» de 10 km y, para mi alegría, un maratón con toditos sus 42 195 metros. Los que ya estábamos inscritos para la carrera de 2020 —previsoramente, como siempre, yo me había inscrito ya en 2019— que deseásemos aumentar a la distancia de maratón teníamos que comunicárselo a la organización. Juraría que así lo hice —difícil me parece que a mí se me pase un trámite así—, pero no hay ninguna constancia de mi comunicación por lo que, automáticamente y para mi gran disgusto, cuando el miércoles 6 de abril se publicaron los dorsales, aparecí inscrito para el medio maratón. Al instante telefoneé a la organización para comentarles mi caso y suplicarles que me hiciesen un hueco en la carrera larga. Estuvieron amabilísimos y, aunque no me prometieron nada, dijeron que harían lo posible por cumplir mi deseo. Esa incertidumbre de un par de días me desilusionó lo suyo y me mermó no pocas fuerzas al tenerme en un estado de desazón, incertidumbre y mal dormir, incomodado por la posibilidad de haberme entrenado, preparado y sufrido para nada a causa de un error burocrático.

Por otra parte, llegaba a este maratón pasado de peso, con 4 kg más que en los dos anteriores; eso también lo sabía la cabeza y ese dato se sumaba a las voces de la parte negativa que inevitablemente durante las semanas y días previos —y también durante la carrera— te van susurrando insistentemente «no vas a poder; no vas a poder».

Próxima parada, si Dios quiere, maratón de Sevilla, 19 de febrero de 2023 y entremedias lo que surja. Aún es pronto para fijarme una marca que cumplir, pero sí debería trabajar para intentar cumplir dos metas: una, ser menos quijote, menos generoso y no dar la cara tirando al frente de todos los grupos en los que acabo inmerso; y otra, administrar las fuerzas y dosificarme para correr con split negativo, esto es, invertir menos tiempo en la segunda mitad de la carrera que en el primera. Hasta ahora no lo he conseguido —sin duda es esta entonces una de las causas principales para que acabe no cumpliendo mis objetivos— y he comprobado que otros corredores que sí lo hacían acababan adelantándome y consiguiendo unas marcas envidiables.

Porque puedo

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