¡Al esprint!


Muy alborozado y ufano —en su segunda acepción y aun en la tercera—, con este texto quiero celebrar que he conseguido «desbloquear otro logro», como se dice últimamente, en mi evolución deportiva y, por tanto, personal. Hace unos 10 meses participaba en mi primer triatlón de media distancia y decía que «las modalidades inferiores (esprint y olímpica) son más intensas y vivas, no apropiadas para un motorcito diésel como el mío, sin chispa ni velocidad» —dato totalmente cierto—, pero ahora me he atrevido con una prueba esprint y no solo no me ha ido nada mal, sino que he acabado totalmente satisfecho y, en consecuencia, feliz y orgulloso de mi esfuerzo y progresión.

Participé el pasado sábado 16 de julio en el VII Triatlón Concello do Porriño, prueba esprint que consistió en nadar 750 m en el río Miño a su paso por Tui, recorrer 20 km en bicicleta entre la Comandancia Naval do Miño y el centro de O Porriño, pasando por Mosende y Torneiros, y acabar con una carrera a pie de 5 km por el casco urbano de O Porriño.

Las transiciones fueron mi punto débil en esta carrera

Seis eran los objetivos que me había marcado para este triatlón:
  • A) No ahogarme en el Miño.
  • B) No quedar último clasificado en la natación.
  • C) Llegar a meta y completar la prueba.
  • D) No quedar de último clasificado en ninguno de los tres segmentos de la carrera.
  • E) No quedar de último clasificado en la general.
  • F) Divertirme
Satisfechísimo una vez más, puedo decir que tuve éxito en los seis: me lo pasé en grande, también durante la natación en el río; no quedé de último en ninguna de las clasificaciones y tercios de la carrera y llegué a meta sólidamente y con solvencia, en 1 hora, 22 minutos y 21 segundos, clasificado en el puesto 68.º de los 126 participantes que tomaron la salida (113 consiguieron terminar la carrera, 3 fueron descalificados por motivos diversos y 10 no llegaron a cruzar la línea de meta), 31.º de los 69 que tomaron la salida en el grupo de edad de veteranos.

La prueba empezaba para mí —y luego descubrí que para muchos otros participantes— con la prevención de la natación en el Miño: acostumbrado a la mayor flotabilidad del mar, el río no se presta tanto a las cualidades de nadadores de nivel paupérrimo como yo; a esto se suma cierto temor —tal vez atávico y sin duda no infundado— a las aguas oscuras y a las corrientes del río... el mar me parece un medio más fiel y digno de confianza. Al final, esa prevención afortunadamente resultó injustificada para ese día, pues el río estaba ciertamente sereno —y muy caliente y agradable: 24º Celsius— y nadé sin ningún agobio ni temor, a pesar de los forcejeos, codazos y patadas que mantuve ocasionalmente con otros participantes.

750 m se convirtieron en 874


Según mi reloj-gps, los 750 m previstos de natación se convirtieron en 874; esto se puede deber a dos factores: el primero y principal, sin duda, es que es difícil nadar en línea recta —a pesar de que en esta carrera levanté la vista más que nunca para situarme—, y en el último largo especialmente, tras virar la segunda boya, desperdicié unos metros preciosos: teníamos el sol de frente, era complicado divisar la última boya, y opté por seguir los pies de los nadadores que me precedían; el otro factor es que también resulta complicado medir una distancia exacta en el agua y es posible que la embarcación que colocó las boyas poco antes del inicio de la carrera no lo hiciese con toda la precisión deseable.


Con todo, estoy satisfechísimo por ese modestísimo ritmo de 1'59'' cada 100 metros: nunca había nadado tan rápido durante una distancia tan prolongada; es cierto que durante las dos primeras boyas nos ayudó la marea que subía con fuerza y anulaba la corriente de descenso del río; pero no es menos cierto que en el último largo la misma marea nos frenó con ímpetu idéntico al que nos había propulsado durante la primera mitad. Mi nivel de esfuerzo queda marcado por las 150 ppm medias, registro alto no alcanzado antes por mí al nadar estas distancias.

En cuanto al sector de la bicicleta hay que decir que si su recorrido ya es duro de por sí debido a los toboganes rompepiernas que hay durante los primeros 10 km, hasta llegar al cruce de Mosende, en esta edición esa dureza se vio aumentada considerablemente por las temperaturas caniculares, que también afectaron posteriormente de manera muy importante a la carrera a pie.

Sobre la flaca de dos ruedas todo fueron buenas noticias: fui regulando durante los tramos más empinados, la clasificación oficial revela que recuperé 12 puestos durante ese segundo segmento y en general mantuve un ritmo —más que aceptable para mi edad y condiciones— que, además, no me penalizó ni lastró para la carrera a pie final; solo me queda una espinita: no haberme podido enganchar a ningún grupo numeroso que tirase de mí, me ahorrase esfuerzos y me permitiese alcanzar una velocidad media mejor aun que los 30,2 km/h que conseguí. Y todo esto, tengo que volver a insistir en lo ya consignado en otro artículo, con la peor bicicleta de todas, la más pesada, vieja, fachosa y desfasada, y con los peores componentes y accesorios. 

Hay que hacer notar aquí que esta carrera no cuenta con una única zona de transición entre las tres modalidades, sino con dos zonas diferentes, una en Tui y otra en O Porriño; esta peculiaridad afecta a cómo nos organizamos los participantes: tenemos que dejar las zapatillas de la carrera en la T2 de O Porriño y luego trasladarnos a la T1 de Tui para el tercio de natación; la mayoría elegimos hacer este desplazamiento en bici, cargados con una mochila a la espalda en la que llevábamos el neopreno... de manera que antes de empezar la carrera en sí, acumulábamos ya 14 km en las piernas.

160 ppm de media en bicicleta es infrecuente en mí
 

Un perfil más que accidentado

En cuanto a la carrera a pie, como ya dije antes, llegué con las piernas frescas y con una reserva de energías a pesar de la dureza del sector ciclista. Una vez más, la principal dificultad en este día resultó el calor asfixiante que hacía: no corría la más mínima brisa y en el tramo del recorrido que discurría paralelo a la vía del tren el sol pegaba de lo lindo. Si sobre la bicicleta había conseguido recuperar 12 posiciones, en este último tercio de la prueba conseguí superar a otros 7 competidores, prueba inequívoca de que soy terrestre y nada acuático. No me puedo quejar. Eso sí, las sensaciones al echar a correr tras haber pedaleado no pocos kilómetros con intensidad son la mar de curiosas: da la impresión de que uno no avanza por más que se esfuerce, percepción que luego niegan los datos registrados por mi reloj-gps, dispositivo al que me empeñé en no mirar durante esos 5 km de sufrimiento bajo un sol inclemente para no desmoralizarme

La media de 167 ppm dice bien a las claras que lo di todo.

Lo que peor se me dio el sábado fueron las transiciones, parte que había descuidado últimamente, negligencia que pagué en carrera: en la primera transición me costó quitarme una pernera del neopreno, que se me enganchaba obstinadamente en un tobillo; y en la segunda me aturullé al colgar la bicicleta, quitarme las calas y calzarme las zapatillas de correr: un desatino que me llevó minuto y medio cuando no debería llevarme ni un solo minuto vista la buena organización y disposición de la zona T2.

Para acabar, debo decir que la carrera estuvo perfectamente organizada, que no hubo ninguna incidencia desafortunada ni desagradable y que los voluntarios que entregaron su tiempo gratis et amore fueron de lo más serviciales, diligentes y agradables. Muchas gracias a todos ellos.


Porque puedo










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